El periodismo continúa siendo una
profesión riesgosa, llena de sobresaltos, cargada de tensiones, objeto de
suspicacias, vituperada por los políticos, amenazada por los gobernantes,
intervenida por los anunciantes, acechada por el narcotráfico, justamente
valorada por la ciudadanía. Según el contexto donde se ejerza padecerá los
apremios del poder, estará sometida al hostigamiento constante, evitará la
condescendencia y se convertirá en un auténtico contrapoder. Nunca cejará en la
búsqueda de la verdad y a pesar de los tiempos aciagos -asistimos a una
mercantilización galopante de la información- siempre habrá voces que no
transarán con los poderosos. Ese pequeño margen que aún queda, será bastión
irreductible para poner en evidencia las corruptelas, los abusos de poder, el
enriquecimiento ilícito, los atropellos y violaciones a las leyes.
El verdadero periodismo siempre
resultará incómodo y refractario a los poderes establecidos. Esta ha sido su
esencia y por mucho que haya sido pervertido por algunos palafreneros, hay
quienes no transigen ni deponen sus banderas. Las formas contemporáneas de
sometimiento han cambiado, las políticas de cooptación son ensayadas por
gobernantes, políticos y empresarios. Se trata de someter sus políticas
editoriales e informativas, comprar medios y espacios para acallar voces,
premiar a los sumisos y castigar a quienes se niegan hacer coro a sus
veleidades. Los gobernantes cada día se convencen lo lesivo que resulta recurrir
a la censura directa. No habrá cierres intempestivos ni impondrán mordazas. Los
costos resultan demasiado altos en relación a los réditos obtenidos.
Evitan las multas y los juicios
punitivos, la historia enseña que gobiernos que acuden a estos expedientes, en
vez de mostrar fortaleza, muestran sus debilidades y su animadversión hacia
medios y periodistas. Solo en situaciones extremas recurrirán al uso de la
fuerza y brutalidad descarnada. En la medida que extiende su radio de influencia
ensayarán otras acciones igualmente eficaces. El control de la publicidad tanto
gubernamental como privada es una muestra elocuente. Será canalizada hacia
aquellos medios que resultan susceptibles a sus requiebros. La cuantía
dependerá de su efectividad y alcance. Entre mayor sea el nivel de aceptación
del medio y el prestigio que goza el periodista, podrán recibir pautas publicitarias.
En muchos casos la autocensura terminará imponiéndose. En la mayoría de las
ocasiones ese es su propósito confeso.
Con el auge de los medios
audiovisuales, resultará efectivo posponer de manera indefinida la revalidación
de las licencias. No tendrán prisa en emitir leyes o decretos que pongan fin a la
agonía que esto genera. Instalaran la incertidumbre como mecanismo paralizante
y esta planeará sobre sus cabezas como una amenaza permanente. Entre mayor el
tiempo transcurrido para la renovación de las licencias, los dueños de
estaciones de radio y televisión, serán consumidos por la desesperación. Los
gobernantes han aprendido a medir y calcular los tiempos con precisión
milimétrica. El arte de la política consiste en hacer del tiempo un aliado
permanente. Sin medios audiovisuales el ejercicio del periodismo se paraliza. Entra
en un letargo alucinante. Algunos espacios radiales y televisivos van desapareciendo.
Dejan de existir.
Ciertos anunciantes tratan de
evitar contradicciones con los gobernantes. El destino de la publicidad cambia
de rumbo según quien detente el poder. Los mayores porcentajes van hacia medios
y periodistas afines con las políticas gubernamentales. Una revisión de su
comportamiento desde 1990 arroja estos resultados. No quieren que la publicidad
pautada a periodistas y medios disidentes sea interpretada como una forma de
apoyo a sus políticas informativas y editoriales. La mediatización resulta
fácilmente perceptible. Ante la resistencia de medios y periodistas a
intromisiones obscenas, anunciantes y gobernantes vienen apostando por disponer
de su propio aparato mediático. Con esta determinación tratan de evadir la
responsabilidad de rendir cuentas a la ciudadanía. Prefieren hacerlo en su
remanso alcahuete. ¡Para eso fue creado!
Algunos anunciantes trazan una
línea divisoria entre buenos y malos. Los buenos son quienes sirven y se
pliegan a sus dictados. La revoltura de haberes inhibe a los medios bajo su
tutela a informar lo que acontece en el vasto mundo de sus intereses
económicos. Los márgenes para escuchar a la ciudadanía se estrechan. Esta
situación exige un debate a fondo sobre la propiedad de los medios en Nicaragua.
Un tema medular debido a que los medios cumplen funciones de servicio público, gozan
de muchas prerrogativas y están obligados a informar sobre lo que pasa en su
entorno. Mientras continúe este proceso resulta imposible pensar en políticas
informativas y editoriales amplias. El derecho a disentir ha venido siendo
proscrito. La libertad de expresión está siendo falsificada y pervertida. Nadie
puede señalar sus exabruptos sin temer a la descalificación y persecución
implacable de sus acólitos.
El atrincheramiento de los dueños
y dirigentes de El Nuevo Diario demuestra
el rechazo de ciertos medios de aceptar y propiciar el debate público. Ante
estas actitudes y la incomodidad que les provoca el disentimiento ciudadano, el
Observatorio de Medios-CINCO se ha preocupado que los medios visibilicen a
mujeres, niñez, adolescencia y jóvenes y ha demandado un mejor trato para las
etnias y pueblos originarios. También hemos reivindicado los reclamos de las
personas discapacitadas. No les ofrecen trabajo pese a contar con los mismos
conocimientos, destrezas y habilidades que las demás personas. Nuestra condena
a la nota roja ha sido explícita. Es infamante y violatoria de los derechos
humanos. ¿Deberíamos callar ante la decisión de El Nuevo Diario de reducir a la mínima expresión el trabajo del CENIDH,
en denunciar y defender derechos elementales violados o conculcados por los
poderes públicos? ¡Eso parece que quisiéramos que hiciésemos!
La mayoría de los medios fiscalizan
la gestión pública, contradictoriamente se muestran renuentes a rendir cuentas
ante la ciudadanía. No pueden ni deben colocarse por arriba del conjunto del
resto del entramado sociocultural, político, económico y educativo del país. A
través del Observatorio -con sus aciertos y limitaciones- hemos puesto en
agenda la necesidad de conferir un nuevo estatuto a las mujeres periodistas. Es
inconcebible que siendo mayoría en las salas de redacción y disponiendo de
iguales capacidades, no se les confíen cargos de dirección. Con justicia hemos
celebrado que los canales 4, 6, 12, 13, 14, 15 y 23 no hayan acogido la nota
roja. La Prensa y El Nuevo Diario se distinguen por su
receptividad a las peticiones formuladas por las mujeres, en la búsqueda de un
trato más digno y humano. Nuestra posición ha sido evitar la violencia
mediática y la re-victimización de las mujeres que de manera cotidiana realizan
Crónica TN 8 y Acción 10.
¿A qué factores atribuir que El Nuevo Diario y Canal 2 hayan
renunciado a criticar el poder? En sociedades como las nuestras donde la división
de poderes no funciona, los medios deben asumir su papel de contrapoder. El
Observatorio ha sido firme en la defensa de la libertad de expresión. Si en
algo hemos persistido ha sido en exigir a los poderes establecidos respeto y cero
agresiones contra medios y periodistas nicaragüenses. El análisis de los medios
oficiales y la falta de entrega de información de parte del gobierno e
instituciones controladas por el partido gobernante, vuelve apremiante el
cumplimiento de la Ley de Acceso a la Información Pública y la práctica de un
periodismo más beligerante. ¿Cómo no acoger entonces las críticas formuladas contra
El Nuevo Diario ante su silencio
frente a temas políticos de interés ciudadano? ¿La inexistencia y supresión que
hizo del periodismo investigativo a quién beneficia? ¿A sus lectores? ¡Nunca!
¿No sería contradictorio que el
Observatorio callara ante la dimisión de El
Nuevo Diario frente al manejo de la cosa pública? ¿Debe preocupar o no la
exclusión que hizo de la columna Hablemos
de Abuso sexual? ¿Deberíamos haber permanecido impasibles ante la censura
que ejercía sobre la Columna Semanal del
Observatorio de Medios-CINCO, eliminando las críticas a ese medio y el
reconocimiento a otros medios y periodistas? ¿Debería callarme ante el cierre
de El Alacrán? ¡La reacción ciudadana
indica lo contrario! Las políticas editoriales e informativas no deben ser
intervenidas por una corporación bancaria. Inquieta la desaparición de los
programas matutinos de opinión en la televisión, con la honrosa excepción de los
canales 12 y 15. La creación de un duopolio televisivo causa desasosiego. El adelgazamiento
del pluralismo tiene efectos nocivos para la convivencia democrática.
El Observatorio se ha
comprometido seriamente en el análisis y estudio de los medios de comunicación
en Nicaragua. Un total de once estudios especializados sobre diversos aspectos
entre los que sobresalen Periodismo y
elecciones municipales, Cobertura Electoral, Los corresponsales, una mirada al
país, El estado de la libertad de expresión en Nicaragua 2007-2008, forman
parte de nuestro compromiso con audiencias y lectores. La columna donde
registramos aciertos y desaciertos va por las doscientas siete semanas. Nos
hemos ocupado acerca de la urgencia y necesidad que Telcor responda a los
intereses de los usuarios y se encarrile por los senderos de la legalidad.
Continúa actuando por las vías de hecho. Jamás ha sido receptivo a los reclamos
de los suscriptores de la TV Cable. Es posible que hayamos incurrido en
insuficiencias y errores. Pedimos disculpas nuevamente por no poder abarcar el
universo de medios nacionales.
En un panorama adverso como este
debemos sentirnos regocijados que aún quedan medios y periodistas que continúan
criticando y ejerciendo su función crítica. Una posición altamente onerosa. El avasallamiento se
impone. La publicidad oficial y los anuncios de grandes consorcios son negados
o retirados. Objeto de suspicacias, discriminados, hostilizados y mirados de
reojo, asumen riesgos y continúan dignificando el periodismo y solidarizándose
con la ciudadanía. ¿Importa o no a los nicaragüenses la supervivencia de este
tipo de periodismo? ¿Están conscientes de su importancia y significado? ¿Se han
percatado que ante el debilitamiento y desprestigio de la clase política cumplen
una función valiosísima en la defensa de sus derechos? ¿Entre menor sea el
número de medios y periodistas no temen que un día esas voces sean apagadas? ¡Escucharemos
una sola voz y una versión edulcorada de lo que ocurre en Nicaragua!