miércoles, 5 de junio de 2013

Una profesión asediada





El periodismo continúa siendo una profesión riesgosa, llena de sobresaltos, cargada de tensiones, objeto de suspicacias, vituperada por los políticos, amenazada por los gobernantes, intervenida por los anunciantes, acechada por el narcotráfico, justamente valorada por la ciudadanía. Según el contexto donde se ejerza padecerá los apremios del poder, estará sometida al hostigamiento constante, evitará la condescendencia y se convertirá en un auténtico contrapoder. Nunca cejará en la búsqueda de la verdad y a pesar de los tiempos aciagos -asistimos a una mercantilización galopante de la información- siempre habrá voces que no transarán con los poderosos. Ese pequeño margen que aún queda, será bastión irreductible para poner en evidencia las corruptelas, los abusos de poder, el enriquecimiento ilícito, los atropellos y violaciones a las leyes.

El verdadero periodismo siempre resultará incómodo y refractario a los poderes establecidos. Esta ha sido su esencia y por mucho que haya sido pervertido por algunos palafreneros, hay quienes no transigen ni deponen sus banderas. Las formas contemporáneas de sometimiento han cambiado, las políticas de cooptación son ensayadas por gobernantes, políticos y empresarios. Se trata de someter sus políticas editoriales e informativas, comprar medios y espacios para acallar voces, premiar a los sumisos y castigar a quienes se niegan hacer coro a sus veleidades. Los gobernantes cada día se convencen lo lesivo que resulta recurrir a la censura directa. No habrá cierres intempestivos ni impondrán mordazas. Los costos resultan demasiado altos en relación a los réditos obtenidos.

Evitan las multas y los juicios punitivos, la historia enseña que gobiernos que acuden a estos expedientes, en vez de mostrar fortaleza, muestran sus debilidades y su animadversión hacia medios y periodistas. Solo en situaciones extremas recurrirán al uso de la fuerza y brutalidad descarnada. En la medida que extiende su radio de influencia ensayarán otras acciones igualmente eficaces. El control de la publicidad tanto gubernamental como privada es una muestra elocuente. Será canalizada hacia aquellos medios que resultan susceptibles a sus requiebros. La cuantía dependerá de su efectividad y alcance. Entre mayor sea el nivel de aceptación del medio y el prestigio que goza el periodista, podrán recibir pautas publicitarias. En muchos casos la autocensura terminará imponiéndose. En la mayoría de las ocasiones ese es su propósito confeso.

Con el auge de los medios audiovisuales, resultará efectivo posponer de manera indefinida la revalidación de las licencias. No tendrán prisa en emitir leyes o decretos que pongan fin a la agonía que esto genera. Instalaran la incertidumbre como mecanismo paralizante y esta planeará sobre sus cabezas como una amenaza permanente. Entre mayor el tiempo transcurrido para la renovación de las licencias, los dueños de estaciones de radio y televisión, serán consumidos por la desesperación. Los gobernantes han aprendido a medir y calcular los tiempos con precisión milimétrica. El arte de la política consiste en hacer del tiempo un aliado permanente. Sin medios audiovisuales el ejercicio del periodismo se paraliza. Entra en un letargo alucinante. Algunos espacios radiales y televisivos van desapareciendo. Dejan de existir.
Ciertos anunciantes tratan de evitar contradicciones con los gobernantes. El destino de la publicidad cambia de rumbo según quien detente el poder. Los mayores porcentajes van hacia medios y periodistas afines con las políticas gubernamentales. Una revisión de su comportamiento desde 1990 arroja estos resultados. No quieren que la publicidad pautada a periodistas y medios disidentes sea interpretada como una forma de apoyo a sus políticas informativas y editoriales. La mediatización resulta fácilmente perceptible. Ante la resistencia de medios y periodistas a intromisiones obscenas, anunciantes y gobernantes vienen apostando por disponer de su propio aparato mediático. Con esta determinación tratan de evadir la responsabilidad de rendir cuentas a la ciudadanía. Prefieren hacerlo en su remanso alcahuete. ¡Para eso fue creado!

Algunos anunciantes trazan una línea divisoria entre buenos y malos. Los buenos son quienes sirven y se pliegan a sus dictados. La revoltura de haberes inhibe a los medios bajo su tutela a informar lo que acontece en el vasto mundo de sus intereses económicos. Los márgenes para escuchar a la ciudadanía se estrechan. Esta situación exige un debate a fondo sobre la propiedad de los medios en Nicaragua. Un tema medular debido a que los medios cumplen funciones de servicio público, gozan de muchas prerrogativas y están obligados a informar sobre lo que pasa en su entorno. Mientras continúe este proceso resulta imposible pensar en políticas informativas y editoriales amplias. El derecho a disentir ha venido siendo proscrito. La libertad de expresión está siendo falsificada y pervertida. Nadie puede señalar sus exabruptos sin temer a la descalificación y persecución implacable de sus acólitos.

El atrincheramiento de los dueños y dirigentes de El Nuevo Diario demuestra el rechazo de ciertos medios de aceptar y propiciar el debate público. Ante estas actitudes y la incomodidad que les provoca el disentimiento ciudadano, el Observatorio de Medios-CINCO se ha preocupado que los medios visibilicen a mujeres, niñez, adolescencia y jóvenes y ha demandado un mejor trato para las etnias y pueblos originarios. También hemos reivindicado los reclamos de las personas discapacitadas. No les ofrecen trabajo pese a contar con los mismos conocimientos, destrezas y habilidades que las demás personas. Nuestra condena a la nota roja ha sido explícita. Es infamante y violatoria de los derechos humanos. ¿Deberíamos callar ante la decisión de El Nuevo Diario de reducir a la mínima expresión el trabajo del CENIDH, en denunciar y defender derechos elementales violados o conculcados por los poderes públicos? ¡Eso parece que quisiéramos que hiciésemos!

La mayoría de los medios fiscalizan la gestión pública, contradictoriamente se muestran renuentes a rendir cuentas ante la ciudadanía. No pueden ni deben colocarse por arriba del conjunto del resto del entramado sociocultural, político, económico y educativo del país. A través del Observatorio -con sus aciertos y limitaciones- hemos puesto en agenda la necesidad de conferir un nuevo estatuto a las mujeres periodistas. Es inconcebible que siendo mayoría en las salas de redacción y disponiendo de iguales capacidades, no se les confíen cargos de dirección. Con justicia hemos celebrado que los canales 4, 6, 12, 13, 14, 15 y 23 no hayan acogido la nota roja. La Prensa y El Nuevo Diario se distinguen por su receptividad a las peticiones formuladas por las mujeres, en la búsqueda de un trato más digno y humano. Nuestra posición ha sido evitar la violencia mediática y la re-victimización de las mujeres que de manera cotidiana realizan Crónica TN 8 y Acción 10.
¿A qué factores atribuir que El Nuevo Diario y Canal 2 hayan renunciado a criticar el poder? En sociedades como las nuestras donde la división de poderes no funciona, los medios deben asumir su papel de contrapoder. El Observatorio ha sido firme en la defensa de la libertad de expresión. Si en algo hemos persistido ha sido en exigir a los poderes establecidos respeto y cero agresiones contra medios y periodistas nicaragüenses. El análisis de los medios oficiales y la falta de entrega de información de parte del gobierno e instituciones controladas por el partido gobernante, vuelve apremiante el cumplimiento de la Ley de Acceso a la Información Pública y la práctica de un periodismo más beligerante. ¿Cómo no acoger entonces las críticas formuladas contra El Nuevo Diario ante su silencio frente a temas políticos de interés ciudadano? ¿La inexistencia y supresión que hizo del periodismo investigativo a quién beneficia? ¿A sus lectores? ¡Nunca!

¿No sería contradictorio que el Observatorio callara ante la dimisión de El Nuevo Diario frente al manejo de la cosa pública? ¿Debe preocupar o no la exclusión que hizo de la columna Hablemos de Abuso sexual? ¿Deberíamos haber permanecido impasibles ante la censura que ejercía sobre la Columna Semanal del Observatorio de Medios-CINCO, eliminando las críticas a ese medio y el reconocimiento a otros medios y periodistas? ¿Debería callarme ante el cierre de El Alacrán? ¡La reacción ciudadana indica lo contrario! Las políticas editoriales e informativas no deben ser intervenidas por una corporación bancaria. Inquieta la desaparición de los programas matutinos de opinión en la televisión, con la honrosa excepción de los canales 12 y 15. La creación de un duopolio televisivo causa desasosiego. El adelgazamiento del pluralismo tiene efectos nocivos para la convivencia democrática.

El Observatorio se ha comprometido seriamente en el análisis y estudio de los medios de comunicación en Nicaragua. Un total de once estudios especializados sobre diversos aspectos entre los que sobresalen Periodismo y elecciones municipales, Cobertura Electoral, Los corresponsales, una mirada al país, El estado de la libertad de expresión en Nicaragua 2007-2008, forman parte de nuestro compromiso con audiencias y lectores. La columna donde registramos aciertos y desaciertos va por las doscientas siete semanas. Nos hemos ocupado acerca de la urgencia y necesidad que Telcor responda a los intereses de los usuarios y se encarrile por los senderos de la legalidad. Continúa actuando por las vías de hecho. Jamás ha sido receptivo a los reclamos de los suscriptores de la TV Cable. Es posible que hayamos incurrido en insuficiencias y errores. Pedimos disculpas nuevamente por no poder abarcar el universo de medios nacionales.

En un panorama adverso como este debemos sentirnos regocijados que aún quedan medios y periodistas que continúan criticando y ejerciendo su función crítica. Una posición  altamente onerosa. El avasallamiento se impone. La publicidad oficial y los anuncios de grandes consorcios son negados o retirados. Objeto de suspicacias, discriminados, hostilizados y mirados de reojo, asumen riesgos y continúan dignificando el periodismo y solidarizándose con la ciudadanía. ¿Importa o no a los nicaragüenses la supervivencia de este tipo de periodismo? ¿Están conscientes de su importancia y significado? ¿Se han percatado que ante el debilitamiento y desprestigio de la clase política cumplen una función valiosísima en la defensa de sus derechos? ¿Entre menor sea el número de medios y periodistas no temen que un día esas voces sean apagadas? ¡Escucharemos una sola voz y una versión edulcorada de lo que ocurre en Nicaragua!