Durante el año 2013 quedó en evidencia el creciente poder conseguido por la familia gobernante a través del progresivo control de los medios de comunicación. Ante la convicción que a los medios corresponde moldear el imaginario social, ofrecer visiones y versiones del acontecer nacional e internacional, visibilizar o invisibilizar temas y actores sociales, políticos, económicos, religiosos, educativos y militares, parte sustantiva de su gestión continúa orientada a engrosar el número de canales de televisión e incrementar la cuantía de emisoras radiales bajo su propiedad. Esta iniciativa tiene en mira la cooptación efectiva de numerosos medios y periodistas. Lo siguen y continuarán haciendo mediante la entrega de licencias audiovisuales y publicidad enlatada a sus aliados. Los spots televisivos, convertidos en auténticas piezas de propaganda política, permiten asentar su discurso sin la existencia de filtros ni mediaciones que entorpezcan los mensajes. Se trata de las mismas versiones transmitidas en sus canales, una modalidad muy efectiva a la cual no están dispuestos a renunciar. En otros casos pasan como si fuesen noticias.

En
este contexto cabe preguntarse ¿Es posible competir con los medios
gubernamentales? Las lecciones que dejó 2013 pueden ser provechosas si medios y
periodistas logran percatarse que en situaciones complejas como las que enfrentan,
existe espacio suficiente para mejorar la calidad de sus propuestas
informativas. Una de sus debilidades persistentes proviene de la naturaleza
institucional de sus agendas. Cuando el Estado vacaciona, así como para finales
y principios de año, se produce una especie de vacío en sus agendas. Los retos
saltan a la vista. Continúan atados a las rutinas de las instituciones
estatales, policiales, bomberiles y cruzrojista. A lo anterior habría que
añadir los desafíos que provocan los hechos duros que plantean las acciones
gubernamentales –canal interoceánico, reformas constitucionales, reformas al
código militar y del seguro social, etc. En esta disyuntiva lo recomendable
consiste en desmarcarse y construir una agenda propia, crítica y propositiva y eludir
las prácticas contestarias en las que han venido incurriendo.



Donde
mayor pobreza exhibieron casi la totalidad de los medios fue en los litigios
con Colombia y Costa Rica. Sin duda se trata de un tema delicado que exige
rigor, precisión, dominio y conocimiento, que solo los expertos tienen. La
mayoría de los medios abandonaron posiciones críticas. Temían ser señalados de
antipatriotas, una bandera de la que echan mano siempre los gobernantes. Ni
siquiera los especialistas del más alto nivel fueron capaces de hacer una
lectura desprejuiciada de la última resolución de la Corte Internacional de
Justicia (CIJ). Cuando el tribunal de La Haya hizo público el fallo la
generalidad de los medios se plegó de inmediato a la lectura que hizo el
gobierno, olvidando por completo que se deben a sus lectores, radioescuchas y
televidentes. Cercanos a los juegos de poder, sus posiciones nos permitieron
corroborar que en estos casos siempre evitan caer en contradicciones con los
personeros de gobierno. Los medios vieron un triunfo rotundo de Nicaragua. Ante
la imposibilidad de desmentir el desliz cometido en los caños de nuestro país, al
gobierno no le quedó otra salida que aceptar el hecho antes que se produjese el
fallo. Nada más.
Los
medios deben plantearse el establecimiento de una agenda propia. No servir ni
seguir siendo furgón de cola del aparato estatal. Las lecciones del polaco Ryszard
Kapuscinski, hoy más que nunca resultan valederas y de enorme importancia en el
contexto por el que transcurre la vida del periodismo en Nicaragua. Kapuscinski
insiste en recordar que él nunca recurrió a las fuentes oficiales, siempre creyó que sus ofertas informativas estaban
saturadas por intereses creados. Tampoco tenemos que olvidar a Bertolt Brecht a
quien debemos uno de los aforismos más lúcidos en el mundo del periodismo. El
dramaturgo alemán, quien vivió toda su vida prendado de la radio, fue quien
sentenció que toda forma de periodismo debe ser investigativa lo demás pura
propaganda. En Nicaragua las grandes interrogantes con las que tienen que
lidiar medios y periodistas siguen siendo cómo hacer periodismo en un país donde
las puertas de los ministerios están cerradas, el presidente no da entrevistas,
los ministros se muestran mudos y la información pública no circula sino a
través de los medios oficiales y oficiosos. ¡Este conjunto de hechos forman parte
de los desafíos! ¿Sabrán encararlos?
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