Desde que leí la cita que hacía Norberto
Bobbio de Karl Raimund Popper (Viena,
1902-Londres, 1994), sobre la importancia que concedía a la televisión para la
preservación de la democracia, busqué de manera infructuosa el libro donde afirmaba
“que la televisión se había convertido en
un poder político colosal, potencialmente se podría decir, el más importante de
todos, como si fuese Dios mismo el que hablara”. Concluyente exponía “que un nuevo Hitler adquiriría, con la
televisión, un poder infinito”. No fue sino hasta esta semana que pude leer
completo el texto. Aparece en el libro La
televisión es mala maestra, (Fondo de Cultura Económica, 2006). Se inscribe
dentro de la amplia corriente que acusa la televisión de sabotear la formación no
solo de la niñez. Para Popper la mejor época de la televisión ya pasó.
La
publicación se debe al italiano Giancarlo Bosetti, quien preparó el libro con
mucho esmero. El ensayo de Popper, Una
patente para producir televisión, le fue dictado al propio Bosetti, en
septiembre de 1994. El interés inicial del italiano en sus relaciones con
Popper era fundamentalmente de carácter filosófico y político. Le interesaba
divulgar sus ideas sobre el liberalismo, su crítica al marxismo y al
historicismo y sus consideraciones sobre el reformismo gradualista. Fue el
propio filósofo vienés, al resumir los grandes problemas de actualidad, quien
aludió la crisis televisiva, la cual consideraba de extrema gravedad, al
extremo de considerarla como uno de los grandes flagelos de la humanidad.
¿Apocalíptico?
Con
el ánimo de ofrecer una visión de conjunto, Basetti incluye las valoraciones que
tienen de Karol Wojtyla, Charles S Clark y John Condry sobre el mismo tema.
Condry estima que la televisión se encuentra metida en un callejón sin salida.
No ve ninguna posibilidad que pueda mejorar la calidad de sus productos,
especialmente en su labor educativa con la niñez. Popper comparte la tesis de
Condry, está persuadido que la televisión en vez de educar viaja en dirección
contraria. Condry piensa que ya nada puede hacerse por enmendar los desafueros
televisivos, Popper formula una propuesta audaz, para muchos a contrapelo de su
pensamiento liberal. El autor de La
sociedad libre y sus enemigos (1945), de pronto se tornó sospechoso para
algunos seguidores. ¿Acaso no es esta una forma de control?
En
armonía con su concepción de la democracia, mantiene la posición que en un
régimen como este no debería existir ningún poder político incontrolado. Alarmado
constata que la televisión “se ha vuelto
un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia puede
sobrevivir si no pone fin al abuso de este poder.” A renglón seguido,
Popper añade que para su propio bien la democracia debe controlar la
televisión. Cuando formuló por primera vez en Alemania esta invitación, sus
antagonistas argumentaron que había que “ofrecer
a la gente lo que la gente quiere”. Popper piensa que no hay nada en la
democracia que justifique brindar “transmisiones
cada vez peores desde el punto de vista educativo”, adornadas bajo la
expresión, “porque la gente lo quiere”.
Se trata de la justificación o coartada que esgrimen dueños de medios y ciertos
periodistas para justificar sus desatinos.
¿Cuál
es el remedio propuesto por Popper? Para realizarla recurre a un símil. Así
como en diversos países los médicos son controlados en su ejercicio profesional
por sus propias organizaciones, un método democrático, “cualquiera que esté ligado a la producción televisiva debe tener una
patente, una licencia, una cédula profesional, que le pueda ser retirada de por
vida cuando actúe en contravención de ciertos principios. Este es el medio por
el cual yo quisiera que se introdujese finalmente una disciplina en este campo”.
Para disipar dudas expresa que la supervisión constante resulta mucho más
eficaz que la censura. La patente debe ser precedida por un curso de
adiestramiento, al término del cual todos deberían realizar un examen. Deben
dar prueba que dominan la complejidad del mundo televisivo.
Coincidimos
con las reflexiones de Popper en relación al poderío ascendente de la
televisión. Su carácter simbiótico con las demás tecnologías de la
comunicación, propulsa su funcionamiento a escala global. Esa naturaleza
simbiótica producida por la revolución científico-técnica, permite captar la
señal televisiva a través de las pantallas de las computadoras. El equivalente
a su propuesta en esta parte del mundo ha sido la creación de Colegios de
Periodistas. El ejercicio profesional está soportado en el aval o patente que
entregan a sus agremiados los directivos de este instituto. Sirve como garantía
de profesionalismo o profesionalidad. Popper acierta al volver extensiva la formación
a todo el personal vinculado con la producción televisiva. En Nicaragua,
algunos periodistas equivocadamente ven de menos a los camarógrafos.
Debido
a que su preocupación educativa está centrada en la niñez, el curso debe explicar
cómo reciben los niños las imágenes que la televisión ofrece, tomando en cuenta
que tanto niños como adultos “no siempre
son capaces de distinguir lo que es ficción de lo que es realidad”. Los
procesos mentales que distinguen o sobreponen ficción y realidad deben ser
conocidos por quienes hacen televisión. Una tarea que compete en parte a la
academia. En diversos momentos he insistido en la necesidad de incluir en los
pensum de sociología, el análisis de los cambios impulsados por las
transformaciones mediáticas. Un desafío copernicano. Mauro Wolf, que se pasó la
vida estudiando los efectos sociales de
los medios, tuvo el acierto de advertirnos que ante las mudanzas operadas en el
campo mediático, muchas teorías no daban cuenta de estos nuevos fenómenos.
Es
imposible que la televisión desatienda la violencia, más bien hemos constatado,
igual que Popper en su momento, que ha ido en crescendo. Furio Colombo insiste que
el discurso central de la televisión gira alrededor de la violencia. La
prescripción del italiano no admite discusión. Hay que recordar que la labor desarrollada
por los colegios ha sido puesta en entredicho. Algunas veces por
consideraciones políticas los dueños de medios no quieren que nadie interfiera
en sus dominios, en otras porque los dirigentes de estas organizaciones las
politizan, desfigurando sus alcances. Otro dispositivo concebido para evitar
abusos e inequidades de medios y periodistas, ha sido la autorregulación, una
fórmula que desgraciadamente no ha funcionado en Nicaragua. Cada vez más la
ciudadanía descree de este mecanismo. En Nicaragua muy pocos apuestan a su
favor. Ante esta disyuntiva sigo creyendo que la mejor opción continúa siendo
la formación crítica en el consumo de medios.
En
algunos países latinoamericanos han intentando incluir en el proceso de
formación académica de los docentes, una visión exhaustiva sobre este vasto
universo. Hoy más que nunca urge hacerlo. Un cambio sustantivo en la futura
formación de los maestros de primaria y secundaria en Nicaragua, debería incluir
y considerar inexcusable, el estudio y análisis de los medios. Los medios
desplazaron a la escuela como el principal dispositivo de socialización
contemporánea. Todavía en los planes de estudios de los maestros no se confiere
a los medios la atención requerida. Una formación que les permita comprender sus
lenguajes, lógicas y las distorsiones que provocan las imágenes en los procesos
de percepción, generando muchas veces confusión entre ficción y realidad, algo
que preocupaba mucho a Karl Popper y a todos quienes bregamos en el anchuroso
mundo de la comunicación. Ojalá el gobierno me tome la palabra.
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