domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Una metamorfosis radical?


 
“Con la Libertad, llegaba
 la primera guillotina al Nuevo Mundo” 
Alejo Carpentier

La libertad de expresión tiene su polo opuesto en la censura. Cada vez que se menciona el tema de la libertad de expresión, no hay manera de pasar por alto su antítesis. Con la aparición de la imprenta nace la censura. Los impresores adoptan la costumbre de estampar el nombre de los autores en los libros que publican. Las firmas se incluyen con la finalidad de que estos obtengan réditos económicos, pero también con el propósito que asuman las responsabilidades derivadas de sus escritos. Las  leyes de propiedad intelectual en el Siglo XVIII además de posibilitar la protección legal de las obras nacidas bajo la inspiración del autor procuran el surgimiento de la censura. En la medida que se extiende el hábito de la lectura y los textos ejercen diversas influencias, expoliando la imaginación e incitando a la actuación de los lectores, los poderes establecidos se sienten tentados de meter sus narices para evitar que inoculen los cerebros con el virus de la rebelión y la herejía.

La imprenta propicia la multiplicación de los textos. Entre otras razones se imprimen con el ánimo de invitar a la reflexión y la sedición. Como expone Vargas Llosa, entre la cauda de textos prohibidos por la Santa Inquisición, se privilegian las obras de ficción. La iglesia censura que viajen y atraviesen el Atlántico, teme que infecten a los ilusos y les hagan pensar más de la cuenta. Desde el Siglo XVI escritores e impresores son considerados como una cofradía capaz de alinear a su favor a los sectores más instruidos de la sociedad. Con la llegada la imprenta a tierras americanas, también desembarcó la censura. Muchos textos fueron juzgados subversivos, afines a la divulgación y propagación del liberalismo. En el Siglo de las luces (1962), Carpentier deja ver que con las ideas liberales también vino la guillotina, esa máquina siniestra que hizo rodar las cabezas de los más ilustres artífices de la revolución francesa. En el viejo y nuevo mundo, los primeros periodistas fueron escritores. Los reporteros llegarían después, como resultado de la creación de las primeras escuelas de periodismo a principios del Siglo XX. En Nicaragua aparecerán en los cincuenta de ese mismo siglo.

La censura trata de evitar que se propaguen ideas redentoras, suprime lo que no gusta a los poderes o les pone entredicho. Silencia e invisibiliza. Se convierte en su aliado imprescindible. Surgen leyes represivas con las que se pretende legalizar y legitimar su ejercicio. En su expresión extrema incluye la incautación de imprentas. Ejemplo diáfano de esta pretensión fueron las reformas al Código Penal de Nicaragua en 1974, auspiciadas por Cornelio Hüeck. Tenían nombre y apellido. Enemistado con Pedro Joaquín Chamorro, modificó la legislación vigente, añadiendo multas impagables y la confiscación de la maquinaria con que se imprimía La Prensa. En la medida que la radiodifusión crece y se desarrolla, la censura se hace extensiva hacia ese ámbito. Los historiadores de la radio y televisión, registran que los poderes siempre buscan como precintar al medio de comunicación con la tecnología más desarrollada.  

Sería una ingenuidad creer que las formas arcaicas de censura han desaparecido, más bien han tendido arraigarse en numerosos países. La revolución en las comunicaciones y la alta concentración mediática, ha facilitado el surgimiento de otras formas de censura más sutiles, pero igualmente letales. La extensión del mercado a todos los ámbitos del quehacer humano ha incidido en las transformaciones que experimentan la censura y su hermana siamesa, la libertad de expresión. La censura tradicional se manifiesta amputando, prohibiendo, suprimiendo hechos o acontecimientos. En otros implica ocultar o esconder lo que no gusta al paladar de los poderosos. Anunciantes y empresarios también ejercen la censura. No solo los poderes públicos padecen este síndrome. Cuando los medios formulan críticas a sus empresas o disienten del trato que brindan a sus usuarios, corren el riesgo de ser censurados, perdiendo anuncios. Operan bajo la lógica premio-castigo.

Una de las metamorfosis radicales de la censura expuesta por Ignacio Ramonet, se debe a que la información circula en “demasía, por acumulación, por asfixia”. La información en la actualidad circula en exceso provocando ofuscación entre las audiencias. Abraham Moles, aludiendo el mismo fenómeno, afirma más severa la contaminación informativa que la polución ambiental. Existe sobreabundancia de información. ¿En ese océano sin fondo ni límites pereceremos asfixiados? Nada más abundante hoy en día que la información. Se encuentra en todos lados. En el aire, en el agua y la tierra, advierte Ramonet, para terminar preguntándose, “¿Y quiere esto decir que las falsas informaciones, o la censura han desaparecido? Evidentemente no. Tan solo han cambiado de naturaleza…no se las controla de la misma manera”. Aprendemos a nadar en estos mares o terminaremos ahogados.

Pocas veces se habla del poder de vida o muerte que ejercen los medios. Máxime ahora que son dueños a la vez de bancos, tarjetas de créditos, hoteles, compañías pesqueras, industrias, hatos ganaderos, periódicos, revistas, editoriales, estaciones televisivas, radioemisoras, distribuidoras de autos, etc. Una forma de censura de la que poco o escasamente se habla en nuestro medio. Un  tipo de censura que coincide con la que practican quienes ejercen el poder público. En vez de cerrar periódicos, estaciones de televisión y radioemisoras las compran. Los costos que pagan los gobiernos son demasiado altos. Se exponen a la condena internacional. El desprestigio en que incurren resulta demasiado lesivo a sus intereses. Más efectivo ha resultado el otro camino emprendido: otorgar a un grupo reducido la publicidad oficial y la entrega de las licencias de radio y televisión.

Con la adquisición de periódicos, emisoras y la distribución parcializada de frecuencias radiales y televisivas logran dos objetivos: construyen su propio aparato mediático y se protegen de críticas y cuestionamientos. En otros casos, empresarios y gobiernos, optan por la invisibilización de ciertos actores políticos o sociales; caso paradigmático, la dirigencia y membrecía del MRS, sus rostros desaparecieron de las pantallas de los canales 4, 6, 8 y 13 y de la Sección Política de El Nuevo Diario. Una forma de censura que muy pocos perciben. Desde otra perspectiva no menos importante, los relatores de libertad de expresión de la OEA, ONU, OSCE y CADHP, (Trinidad y Tobago 21 de Junio 2012) consideran las agresiones verbales provenientes de gobernantes o altos personeros de gobierno como una forma de censura indirecta. Tienen un efecto paralizante. Una modalidad que a juicio de Danilo Kis, “consigue debilitar y contaminar incluso a los individuos más morales a quienes la censura externa no ha logrado quebrar”. El surgimiento de nuevas maneras de ocultamiento, invisibilización y silenciamiento, no elimina las formas primitivas de censura.               

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