“Con la
Libertad, llegaba
la primera guillotina al Nuevo Mundo”
Alejo Carpentier
La
libertad de expresión tiene su polo opuesto en la censura. Cada vez que se
menciona el tema de la libertad de expresión, no hay manera de pasar por alto
su antítesis. Con la aparición de la imprenta nace la censura. Los impresores adoptan
la costumbre de estampar el nombre de los autores en los libros que publican.
Las firmas se incluyen con la finalidad de que estos obtengan réditos
económicos, pero también con el propósito que asuman las responsabilidades
derivadas de sus escritos. Las leyes de
propiedad intelectual en el Siglo XVIII además de posibilitar la protección
legal de las obras nacidas bajo la inspiración del autor procuran el surgimiento
de la censura. En la medida que se extiende el hábito de la lectura y los
textos ejercen diversas influencias, expoliando la imaginación e incitando a la
actuación de los lectores, los poderes establecidos se sienten tentados de
meter sus narices para evitar que inoculen los cerebros con el virus de la
rebelión y la herejía.
La
imprenta propicia la multiplicación de los textos. Entre otras razones se
imprimen con el ánimo de invitar a la reflexión y la sedición. Como expone
Vargas Llosa, entre la cauda de textos prohibidos por la Santa Inquisición, se
privilegian las obras de ficción. La iglesia censura que viajen y atraviesen el
Atlántico, teme que infecten a los ilusos y les hagan pensar más de la cuenta. Desde
el Siglo XVI escritores e impresores son considerados como una cofradía capaz
de alinear a su favor a los sectores más instruidos de la sociedad. Con la
llegada la imprenta a tierras americanas, también desembarcó la censura. Muchos
textos fueron juzgados subversivos, afines a la divulgación y propagación del
liberalismo. En el Siglo de las luces (1962), Carpentier deja
ver que con las ideas liberales también vino la guillotina, esa máquina
siniestra que hizo rodar las cabezas de los más ilustres artífices de la
revolución francesa. En el viejo y nuevo mundo, los primeros periodistas fueron
escritores. Los reporteros llegarían después, como resultado de la creación de
las primeras escuelas de periodismo a principios del Siglo XX. En Nicaragua aparecerán
en los cincuenta de ese mismo siglo.
La
censura trata de evitar que se propaguen ideas redentoras, suprime lo que no
gusta a los poderes o les pone entredicho. Silencia e invisibiliza. Se
convierte en su aliado imprescindible. Surgen leyes represivas con las que se
pretende legalizar y legitimar su ejercicio. En su expresión extrema incluye la
incautación de imprentas. Ejemplo diáfano de esta pretensión fueron las
reformas al Código Penal de Nicaragua en 1974, auspiciadas por Cornelio Hüeck. Tenían
nombre y apellido. Enemistado con Pedro Joaquín Chamorro, modificó la
legislación vigente, añadiendo multas impagables y la confiscación de la
maquinaria con que se imprimía La Prensa.
En la medida que la radiodifusión crece y se desarrolla, la censura se hace
extensiva hacia ese ámbito. Los historiadores de la radio y televisión, registran
que los poderes siempre buscan como precintar al medio de comunicación con la
tecnología más desarrollada.
Sería
una ingenuidad creer que las formas arcaicas de censura han desaparecido, más
bien han tendido arraigarse en numerosos países. La revolución en las
comunicaciones y la alta concentración mediática, ha facilitado el surgimiento
de otras formas de censura más sutiles, pero igualmente letales. La extensión
del mercado a todos los ámbitos del quehacer humano ha incidido en las
transformaciones que experimentan la censura y su hermana siamesa, la libertad
de expresión. La censura tradicional se manifiesta amputando, prohibiendo,
suprimiendo hechos o acontecimientos. En otros implica ocultar o esconder lo
que no gusta al paladar de los poderosos. Anunciantes y empresarios también
ejercen la censura. No solo los poderes públicos padecen este síndrome. Cuando
los medios formulan críticas a sus empresas o disienten del trato que brindan a
sus usuarios, corren el riesgo de ser censurados, perdiendo anuncios. Operan
bajo la lógica premio-castigo.
Una
de las metamorfosis radicales de la censura expuesta por Ignacio Ramonet, se
debe a que la información circula en “demasía,
por acumulación, por asfixia”. La información en la actualidad circula en
exceso provocando ofuscación entre las audiencias. Abraham Moles, aludiendo el
mismo fenómeno, afirma más severa la contaminación informativa que la polución
ambiental. Existe sobreabundancia de información. ¿En ese océano sin fondo ni
límites pereceremos asfixiados? Nada más abundante hoy en día que la
información. Se encuentra en todos lados. En el aire, en el agua y la tierra,
advierte Ramonet, para terminar preguntándose, “¿Y quiere esto decir que las falsas informaciones, o la censura han
desaparecido? Evidentemente no. Tan solo han cambiado de naturaleza…no se las
controla de la misma manera”. Aprendemos a nadar en estos mares o
terminaremos ahogados.
Pocas
veces se habla del poder de vida o muerte que ejercen los medios. Máxime ahora
que son dueños a la vez de bancos, tarjetas de créditos, hoteles, compañías pesqueras,
industrias, hatos ganaderos, periódicos, revistas, editoriales, estaciones
televisivas, radioemisoras, distribuidoras de autos, etc. Una forma de censura
de la que poco o escasamente se habla en nuestro medio. Un tipo de censura que coincide con la que
practican quienes ejercen el poder público. En vez de cerrar periódicos,
estaciones de televisión y radioemisoras las compran. Los costos que pagan los
gobiernos son demasiado altos. Se exponen a la condena internacional. El
desprestigio en que incurren resulta demasiado lesivo a sus intereses. Más
efectivo ha resultado el otro camino emprendido: otorgar a un grupo reducido la
publicidad oficial y la entrega de las licencias de radio y televisión.
Con
la adquisición de periódicos, emisoras y la distribución parcializada de
frecuencias radiales y televisivas logran dos objetivos: construyen su propio
aparato mediático y se protegen de críticas y cuestionamientos. En otros casos,
empresarios y gobiernos, optan por la invisibilización de ciertos actores
políticos o sociales; caso paradigmático, la dirigencia y membrecía del MRS, sus
rostros desaparecieron de las pantallas de los canales 4, 6, 8 y 13 y de la
Sección Política de El Nuevo Diario. Una
forma de censura que muy pocos perciben. Desde otra perspectiva no menos
importante, los relatores de libertad de expresión de la OEA, ONU, OSCE y CADHP,
(Trinidad y Tobago 21 de Junio 2012) consideran las agresiones verbales
provenientes de gobernantes o altos personeros de gobierno como una forma de censura
indirecta. Tienen un efecto paralizante. Una modalidad que a juicio de Danilo
Kis, “consigue debilitar y contaminar
incluso a los individuos más morales a quienes la censura externa no ha logrado
quebrar”. El surgimiento de nuevas maneras de ocultamiento,
invisibilización y silenciamiento, no elimina las formas primitivas de censura.
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