domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Más de lo mismo?


El anuncio gubernamental de la aparición de un nuevo operador de telefonía celular, ha generado suspicacias entre diversos sectores de la vida nacional, incluso entre las dos firmas que actualmente brindan este servicio. La licitación abierta por Telcor es con la pretensión de llevar la telefonía celular hacia las zonas rurales. Las sospechas anticipadas se deben a que pueda ocurrir algo similar a lo que aconteció con el ingreso de Yota. Cuando se anunció la aparición de la firma rusa, el pliego de licitación ya venía con nombre y apellido. Incluso Claro y Movistar se sintieron agraviadas. Dadas las concesiones que han venido haciendo al gobierno - jamás han reclamado cuando los canales de la televisión por suscripción son sacados del aire- pensaron que su coto era invadido por fuerzas ultraterrestres. No dejaban de tener razón. La redacción del documento señalaba que iba dirigido para favorecer al portador de una tecnología que solo Yota disponía.
 
Se vuelve imperativo recordar que desde la privatización de las telecomunicaciones (1995), existe una falta absoluta de apego a las normas en base a las cuales se decidió enajenar el activo estratégico más importante con que contaba Nicaragua. Yéndonos más atrás debemos recordar que la venta se debió a imposiciones del denominado Consenso de Washington. El documento inicial era penoso, concebido desde afuera no ocultó el deseo de alejar cualquier pretensión de los empresarios nacionales. El prestatario requería de diez años de experiencia en el campo de la telefonía. Pretendían que la concesión de la telefonía fija fuese por “veinticinco años prorrogables a su discreción.” Establecían que se entregara “en concesión exclusiva temporal por el término de 7 años la prestación de los servicios telefónicos nacionales e internacionales, así como las líneas privadas nacionales.”  ¡El documento rebasaba vergüenza! Muy pocos diputados estuvieron claros de la trascendencia de este acto de enajenación.

Entre las distintas causas que adujo el gobierno para su venta, estaba la necesidad de expandir la telefonía hacia el campo. Hoy vuelve alegarse lo mismo. Una aseveración como esta significa un reconocimiento explícito que los sectores rurales no han resultado beneficiados. En vez de pedir cuentas a quienes asumieron este compromiso con el Estado de Nicaragua, el gobierno más bien ha optado por sacar a licitación la banda 1785-1805 megahertz. El director de Telcor, Orlando Castillo, criticó que los operadores actuales no se han preocupado por mejorar la cobertura y señal hacia las zonas rurales. Viniendo esta afirmación de parte de quien administra las telecomunicaciones, no queda espacio para la duda. Si hubiesen actuado de manera diferente, las telefónicas se hubieran pronunciado de manera unánime a través de su eficiente maquinaria de relaciones públicas o a través de su obsecuente servicio de mensajería. 

Con Yota ocurrió un fenómeno parecido. La licitación anunciaba que enfocaría principalmente sus servicios hacia la telefonía fija. Claro sintió el cinchazo, la puya venía también con nombre y apellido. La firma del magnate mexicano Carlos Slim, para resultar beneficiada con el billete premiado de las telecomunicaciones nacionales a precio de guate mojado, se había comprometido a llevar estos servicios hacia los sectores eternamente postergados por las políticas gubernamentales. Claro se lanzó de lleno a promocionar la telefonía celular olvidando por completo las bases de la adjudicación. Ante la presencia de Yota, la reacción inmediata de los dirigentes de Claro, se tradujo en una campaña publicitaria, dispusieron el número 116 para facilitar la contratación de la telefonía básica. Algunos juzgaron que la competencia era sana. En un mercado con una estructura oligopólica, acuerdos entre oferentes imposibilitan que los beneficios lleguen a los consumidores.

El aterrizaje de Yota tampoco implicó ningún beneficio para los nicaragüenses. En vez de cumplir los términos del título habilitante, Yota desanduvo el camino de sus antecesores. Nunca se intereso por llenar el vacío dejado por Claro. Millares de nicaragüenses, expectantes por contratar la telefonía fija inalámbrica en sus hogares, se quedaron a la espera que Yota ofreciera estos servicios. Sin ningún preámbulo, desde un principio centró su atención en brindar servicios de internet. Su avance en este campo ha sido lento, casi imperceptible. Igual actitud tomó en relación al cumplimiento de extender sus servicios hacia el sector rural. Telcor jamás se ha interesado por poner en cintura a los operadores de la telefonía fija y celular, ni a quienes prestan los servicios de la televisión por suscripción. ¿Será que actúa sí como piensan algunos, porque consiente sus desafueros con la intención de cobrárselos más caros en el futuro inmediato?

Con estos precedentes resulta lógica la desconfianza asumida con respecto a la presencia en Nicaragua del consorcio chino Xinwei. Temen que se repitan las irregularidades e inconsistencias que se produjeron durante el proceso de licitación, donde Yota fue el único operador que ofertó. Los beneficios hacia el campo continúan siendo piedra toque para la clase política. Si los gobiernos hubiesen cumplido todos los ofrecimientos adquiridos en nombre de quienes habitan en las regiones más apartadas del país, Nicaragua sería otra. Por eso no dejamos de preguntarnos. ¿Cuáles son los beneficios reales –estamos cansados de promesas- que tendrán los nicaragüenses con la aparición de una nueva operadora telefónica? ¿En qué proporción bajaran los precios de los servicios de telefonía básica y móvil? ¿Qué garantías tenemos que Xinwei cumplirá los términos de la concesión, si Telcor ha sido el gran consentidor de las telefónicas?

Si partimos del principio que entre mayor es el número de empresas que ofrecen los servicios de telefonía fija, móvil, internet, televisión por cable y satelital, deberíamos esperar bajas sensibles en todos estos servicios. Alegrarnos por la llegada al país de un nuevo operador. La inefectividad de Telcor y su alcahuetería, conducen a pensar que podría tratarse más de lo mismo. ¿Cuál es el valor agregado que los nicaragüenses obtendrán con el arribo de la firma china a Nicaragua? ¿Su alcance  será significativamente mayor? Los conglomerados telefónicos operan para obtener ganancias, entre más pronto mejor. Xinwei no viene a invertir a si no más, trescientos millones de dólares. Estamos de nuevo frente a un punto de inflexión. La clase política desistió por inoperancia o desidia pedir cuentas al gobierno. A nosotros corresponde hacerlo. ¡Después no se quejen!     

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